Se impone el laberinto literario, el síntoma de un sueño a medio acabar, el desprolijo instante donde todos explotamos. La salvo sin más opción.
Luego me pierdo en el recuerdo, veo sus ojos lejanos otra vez acercándose a mi boca.
Todos vuelven, lentamente, como muertos incapaces de abstener sus olvidos.
Me entrego a la totalidad, pero sigo fragmentada en los laberintos.
La pantalla gigante se abre delante de mí, verde, ramificada, obstaculizada por las enajenaciones transitorias.
Déjame tu mano, aún siento el dolor del ruido entre las góndolas del supermercado, aún siento la asfixia de los muertos y la confución de los que están huyendo de si mismos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario