El día apareció con las manos enlazadas de euforia y cansancio. Las ganas adormecidas entre el dolor muscular por el entrenamiento no premeditado de ayer. Me obligo la apertura visual, escapo de la cama como queriendo quedarme para hacer el amor con la almohada que ya fue tirada contra el piso en medio de la noche. Entonces tomo un vaso de yogurt, y me pongo a planificar lo que resta de la benditas clases. De paso espero al plomero que viene a salvarme de la inundación de mi baño (las cucarachas ya se convirtieron en expertas nadadoras), en eso tocan el timbre... era mi aguatero perdido, después de más de dos meses me trajo el botellón de agua. H. se quedó dormido y no vino a nuestra gran reunión de planificación. Agus se despierta y se pasea por la casa con un pijama madrileño que le traje de regalo. Me decido a seguir estudiando pero tengo ganas de escribir cualquier cosa menos las monografías pendientes. Y acá estoy aplacando la agonía de la distancia con las letras menos inspiradas pero más salvadoras.
Vilma se hizo amiga de un cocodrilo que dormita sobre libros y que todavía no tiene nombre.
Vilma se hizo amiga de un cocodrilo que dormita sobre libros y que todavía no tiene nombre.
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