Una foto improvisada en medio de la noche me despertó. 4 de la mañana. Miro la hora y pienso “puedo seguir más... un poquito más...”, doy la vuelta y me abrazo como calcinada a su imagen que se levanta y se va a trabajar. A las 6:30 el despertador me encontró abrazada a la almohada baboseada de nervios, con el cuello torcido y el vientre contraído. Me levanto para repasar la clase, entro al baño y encuentro mi primer cana, la corto, la guardo y pienso si habrá nacido por mi inserción en el sistema educativo o de tanto extrañar.
9 de la mañana me encuentro con H., entramos a la clase, la profesora titular detrás, observando (quisiera decir muda porque es más poético, pero no.. ) observando parlanchina e insolente. Mirando a los alumnos con desprecio de hormiga reina y vieja, con distancia de titán aguado, arrugado, acanalado. Me planto en el frente, y me hago cómplice, amiga, les leo “El hijo del vampiro” de Cortázar, les explico adverbios y los escucho.
Nada fue tan traumático, ni tan aburrido, preguntaron, se acercaron, me llamaron y yo estaba ahí, paradita y extasiada como Lady Vanda, dejándolos que se metan dentro de las palabras, que las chupen, que las succionen, que se hagan sus amantes, que las acaricien. Hacia el final de la clase, una niña regordeta de ojos claros y mirada caucásica me pregunta “¿puedo traerte las cosas que yo escribo?....para que las leas”.
Entonces, por un momento, dejaron de importar las vueltas de esta pretenciosa vida sobre mis retorcidos engendros, nada de adverbios, nada de pasado, nada de análisis, nada de miedos, nada de sintaxis absurda,
porque ahora los ojos de ella queriendo “la palabra” bastan para mis ganas.
9 de la mañana me encuentro con H., entramos a la clase, la profesora titular detrás, observando (quisiera decir muda porque es más poético, pero no.. ) observando parlanchina e insolente. Mirando a los alumnos con desprecio de hormiga reina y vieja, con distancia de titán aguado, arrugado, acanalado. Me planto en el frente, y me hago cómplice, amiga, les leo “El hijo del vampiro” de Cortázar, les explico adverbios y los escucho.
Nada fue tan traumático, ni tan aburrido, preguntaron, se acercaron, me llamaron y yo estaba ahí, paradita y extasiada como Lady Vanda, dejándolos que se metan dentro de las palabras, que las chupen, que las succionen, que se hagan sus amantes, que las acaricien. Hacia el final de la clase, una niña regordeta de ojos claros y mirada caucásica me pregunta “¿puedo traerte las cosas que yo escribo?....para que las leas”.
Entonces, por un momento, dejaron de importar las vueltas de esta pretenciosa vida sobre mis retorcidos engendros, nada de adverbios, nada de pasado, nada de análisis, nada de miedos, nada de sintaxis absurda,
porque ahora los ojos de ella queriendo “la palabra” bastan para mis ganas.
2 comentarios:
descubri tu blog hace poco y estuve entrando con cierta regularidad, es como fisgonear las inscripciones de los baños de mujeres que siempre son bastante mas interesantes que las de hombres. Me encanto hasta determinarme a hacer uno propio. Seria un gusto que entres y me des tu opinion. saludos
www.milacraamada.blogspot.com
Jajaja, también suelo entrar a dejar mensajes en los baños, pero mis inscripciones nunca llegaron a superar el resto de las genialidades encontradas tras las puertas.
Su blog... ya lo veremos con detenimiento y dejaremos nuestras opiniones.
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