La escritura de Beckett mantiene una constante que atraviesa todos sus cuentos, sus novela y sus obras de teatro: toda ella se encuentra plagada de protagonistas inútiles, tontos, viejos, enfermos, lisiados que nacen por el ojo del culo, babosos, todos poseedores de un silencio y una lucidez únicos, capaces de matar y, a la vez, agrietar el espacio de la palabra, para que en él coexistan la crueldad y la inocencia. Ignorancia, silencio y el azul inmóvil, he ahí la solución de la adivinanza, la última única solución.
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