viernes, mayo 27, 2005

Epígrafe de "El silbido"

El oscuro vocabulario de madrugada.
Atada
con cinturas
a desgajados sonidos de naturaleza sorda.
La misma que me llama entre la página dilatada de ínfulas.
El tufo de un dramatismo que se amortigua de color

de un apenas derretido nombre de la orfandad sin pájaros.

Detener la añeja mutilación entre la mucosa del miedo.
El misterio de mamá en la boca de las sonámbulas.
Una flor similar a la niebla en los apólogos de lobos-víctimas.

Parece que la tormenta rezaga la eufonía del cansancio
parecen un manojo de hadas sin vomitar las que cuelgan de truenos.

La errancia de la leyenda se asfixia al sol.

Me sobrecogen los cuentitos como talismanes repulsivos.
Nunca “hubo una vez...”.

No encuentro el sabor, acabo el minúsculo día de especies.
Ellos detienen,
buscan entre ropas de ancianas que viven frente
pero yo tengo el bollito con el secreto.

No quiero que descubran porque van a pensar que les quiero morder la punta de la oreja.
El secretito que me dijo el niñito de carruaje azul está a salvo.

Piedra Libre.
Piedra Enjaulada.
Allá. Junto a los innombrables peldaños del género.

La metamorfosis invade la madrugada

el alba de ranas rojas y amantes-sapos me encuentra desierta.
A medio centímetro del precipicio que une la cama y el baño.
¿y si grito?
¿Y si amordazo los sabores de la lujuria para que los seísmos graves no se escuchen?

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