Mañana estaré en la ruta, camino a los infiernos.
El regreso al lugar de la niñez siempre trae algunos recuerdos, en mi caso son escasos porque de los trece para atrás mi memoria empieza a fallar.
Hoy a la mañana me desperté con una de esas imágenes que me asaltan de repente, después de varios años que no se dignan a aparecer. Eran mis 6 o 7 años, corría por la casa de campo de mi abuela. Ella detrás de mí, queriendo poner un preparado con incienso en mi pancita. Era una especie de ritual que le había enseñado, supongo, una bruja para que me quitara el "empacho". Tenía que embadurnarme con el preparado, luego poner una faja muy apretada y dejarlo toda la noche. Así por una semana consecutiva. Como en el campo no había luz eléctrica nos acostábamos eso de las 8 o 9 P.M, mis tíos y mi abuela se levantaban eso de las 5 A.M, y a mí (para que no molestara) me hacían dormir hasta eso de las 10 A.M. Digamos que tenía puesto el "Engrudo" más de doce horas. Y cuando me lo sacaban... mmmmmmmm eso todavía duele recordarlo, un sufrimiento seco que desgarra de a poco, gota a gota, como muchos tirones juntos que se confabulaban contra mi bastarda infancia; la faja adherida al preparado con incienso, el preparado pegado en mi pielcita de niña abandonada. Me dolía la panza que estaba roja de ardor, y entonces intentaba pensar en otra cosa, en miles de cosas para no sentir los pinchacitos cerca del ombligo, y así de a poquitito me ponía a jugar con los perros y los pollitos del campo. Pero los días no eran tan largos como parecían y la noche, siniestra, se volcaba nuevamente sobre mí. El grito de mi abuela llamándome para volver a la casa porque oscurecía, el preparado sobre la mesa. Y yo corriendo desesperada para que no me alcanzaran. Entonces, la voz dulce de mi abuelita, que nunca lograba alcanzarme, decía: "Mirá la luna, ¿vez lo reyes magos que están arriba?" Y yo miraba, y los veía. En realidad veía unas manchas y se me antojaban reyes y magos. - "Mirá que si ni te ponés esto que te va a curar, los reyes no te van a traer regalos". ¡Lo que hacemos cuando somos chicos por un regalo!. Encima, los reyes siempre me cagaban y me traían otra cosa diferente a la que yo había pedido... Entonces caminaba lenta, como una emisaria de mi propia muerte, me tendía en la cama húmeda, y mi abuela (a la manera de Dorkò) preparaba el martirio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario