Cansada de un día agitado, sin comer desde la mañana -eran las 8:30 p.m- me decido a pasar por un Farmacity (¿vieron que los días de esplendor de los Farmacity están quedando en el olvido..?): Compro pasta dental, papas fritas con sabor a provoleta del campo, caramelos masticables Sugus y pastillitas Top Line.
Salgo de la Ciudad Farmacia y me encamino a la Ciudad Subterranea. Emocionada por comerme esas papas fritas (qué tantas ganas tenía) mientras viajo en Subte me propongo para tan agradable tarea. Entoces un niño sucio de unos tres años, se pasea con un cartelito "tengo ciete ermanito porfabor una monedita para la leche". Primera papita perdida. Cuando el niño sale del vagón Aparece un Sr. que le falta una pierna y con voz de falsete pide ayuda porque no consigue trabajo. Una estación más, vamos..... quiero comer mis papas fritas!!. Cuando estoy masticando y sintiendo el sabor de provoleta en mi boca (en realidad el sabor a provoleta no se siente tanto... esas papitas saborisadas saben todas iguales) un señor se para delante de mí, éste no pedía nada pero quizás sí le hubiera dado si hubiera pedido. Traía un short sucio (parecía cagado), una nube de moscas lo seguía, olor putrefacto y remera toda rota y, por supuesto, sucia. Esa noche solamente faltó a la fiesta subterránea el flaco que tiene SIDA y se pasea con sus análisis a modo de trofeo.
Como mi hambre era más feroz que cualquier otra urbanidad (quizás porque también era parte de ese desfile abortivo), termine con mis papitas, seguí con los caramelos y me regresó feliz a mi casa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario