Desde el punto de vista del debate filosófico, el lado fundamental del problema reside en decidir de quién ha venido el cuerpo de Cristo, o sea en indicar quién le proporcionó la carne al hijo de Dios. Cuestión que los sabios de la época, remitiéndose entre otras cosas a una doctrina de matriz aristotélica, resuelven en el sentido de un origen exclusivamente materno del cuerpo del Salvador. Sucede, por lo tanto, que la idea de una corporeidad en términos positivos en el hecho de llegar al Hijo desde María, desemboca a veces en una explícita feminización del cuerpo de Cristo.
Otro motivo a favor de la feminización, ya no sólo del cuerpo sino también de la moral y de la estructura mental de Cristo es la "Santa Cena", que por cierto de Santa no tiene demasiado. La cena del Idolatrado Señor no es más que parte de un rito homosexual practicado en la época. La reunión de un líder con sus discípulos y la consumisión de semen por parte de todos los comensales, como muestra de entrega y fraternidad. El paso de sus miembros de boca en boca, comiendo y bebiendo (más literalmente que nunca) el cuerpo del Hijo de Dios.
De manera que aquellos, amigos, que sean habitué de las misas y de la consagración al Cuerpo de Cristo, tengan en cuenta que se están entregando a la conmemoración de una de las orgías más significativa de la historia. Es bueno saberlo, para encontrar al menos algún sentido a un rito que ya está bastante maltrecho. La eucaristía no es más que la significancia de un cuerpo femenino, un cuerpo que de su costado atravesado por una lanza emana la sangre que nutre a la humanidad, una misma sangre salvadora de pecados que es asquerosamente simétrica al pecho de la mujer emanando su leche nutritiva para que su hijo no muera y continúe poblando la humanidad (olvidemos por un momento los avances en materia alimenticia, y que la leche materna ya puede ser sustituida por algun otro preparado...). Leche, sangre y semen son succionadas con el placer inmensurable de lo prohibido, como una droga, como una danza esquizo que nos es trasladada de generación en generación.
Otro motivo a favor de la feminización, ya no sólo del cuerpo sino también de la moral y de la estructura mental de Cristo es la "Santa Cena", que por cierto de Santa no tiene demasiado. La cena del Idolatrado Señor no es más que parte de un rito homosexual practicado en la época. La reunión de un líder con sus discípulos y la consumisión de semen por parte de todos los comensales, como muestra de entrega y fraternidad. El paso de sus miembros de boca en boca, comiendo y bebiendo (más literalmente que nunca) el cuerpo del Hijo de Dios.
De manera que aquellos, amigos, que sean habitué de las misas y de la consagración al Cuerpo de Cristo, tengan en cuenta que se están entregando a la conmemoración de una de las orgías más significativa de la historia. Es bueno saberlo, para encontrar al menos algún sentido a un rito que ya está bastante maltrecho. La eucaristía no es más que la significancia de un cuerpo femenino, un cuerpo que de su costado atravesado por una lanza emana la sangre que nutre a la humanidad, una misma sangre salvadora de pecados que es asquerosamente simétrica al pecho de la mujer emanando su leche nutritiva para que su hijo no muera y continúe poblando la humanidad (olvidemos por un momento los avances en materia alimenticia, y que la leche materna ya puede ser sustituida por algun otro preparado...). Leche, sangre y semen son succionadas con el placer inmensurable de lo prohibido, como una droga, como una danza esquizo que nos es trasladada de generación en generación.
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