Las arañas de mis sueños no muerden ni pican, ni nada que se asemeje. Son negras, muy negras, más que cualquier opacidad, van mucho más allá que la negación de la luz, que no es otra que mi negación. Las arañas de mis sueños succionan hasta el hartazgo todo lo que está a su alcance. Devoran mis cositas como inmensos animales prehistóricos, y yo las veo tendida en mi cama que ya no es más cama, sino un colchón improvisado en el piso. Las miro con los ojos abiertos pero todavía soñando, percibo sus olores agrios y sus eructos añejados de tanta cosa vieja que metieron en sus sopapas. Porque las patas largas lo único que hacen es mantener adheridas a la pared las formas grotescas de los cuerpos ennegrecidos. Cada cuerpo como un almohadón o como un culo. Mejor: un culo negro y grande como un almohadón que se come mis cositas, las mismas cositas que yo había escondido en este ombligo cerrojo. Eso era, ahora pienso más claro, arañas como culos con patas, que bajaban lentamente hacia mí y succionaban todo lo que había en el trayecto hacia mi cama-colchón-piso. Un agujero arrugado y cerrado que de pronto se abre, no para expulsar restos de materia o mierda, sino para aspirar todo lo que la distancia le permite.
2 comentarios:
qUERIA DECIRTE QUE YO TAMBIEN SOY UNA ARAÑA DE ESAS, PERO SOY BUENITA PORQUE CHUPO SOLAMENTE LO QUE TU IMAGINACION ME DICTA.
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