“Si bien en general evito el uso de la tortura –la tortura consolida al opositor y moviliza la resistencia- la amenaza de la tortura es útil para inducir en el sujeto el sentimiento apropiado de impotencia y de gratitud hacia el interrogador que se abstiene de usarla. Y la tortura puede ser utilizada ventajosamente como penalidad cuando el sujeto ha avanzado bastante en el tratamiento, de modo que acepta el castigo como cosa merecida. Con este fin concebí varias formas disciplinarias. Una era el sistema de los tornos del Tablero Eléctrico; en cualquier momento podía ponerse en funcionamiento el aparato, y se aplicaba los tornos contra los dientes del sujeto; se indica al detenido que manipule un tablero arbitrario, y que introduzca ciertas conexiones en los agujeros, en respuesta a determinadas campanas y luces. Cada vez que comete un error los tornos funcionan durante veinte segundos. Se aceleran gradualmente las señales hasta traspasar el tiempo de reacción del sujeto. Media hora en el tablero y el sujeto se derrumba como una máquina de pensar sobrecargada”
(William Burroughs)