Gota de esquinas.
Trozo de arte borrosa
entre
pliegues de ropas amordazadas.
Una pequeña inspiración disipándose entre lamentos.
Él cierra ojos.
Ve el holocausto nervioso de transeúntes
cobijan la parte inventada
también la fantástica.
No se preguntan artificios.
Sólo encauso nostalgias a la pasión soñolienta.
Babas sediciosas y húngaras se deslizan por las tetas de mujercitas esclavas.
(que no son iguales a las mujercitas prácticas)
Entrecruzo los deliquios de la muerte
me empapo,
diminuta de lugares.
Alicia y el conejo.
El conejo sobre Alicia tratando de penetrarla para pasar del otro lado.
La mano de Alicia sobre su oreja ancha y persistente
dominando la crueldad de la bruma.
El árbol debajo del pene.
Los detalles y la desmesura en el bolsillo descosido de Alicia.
La bucanera criptada de lucidez.
Con ganchitos de máquina de escribir en el as del rey.
Con los pulgarcitos mojados por el zar.
La radiografía de un grito en la oscuridad de la evolución.
Un caminito sin recorrer.
Una casita de gigantes y madreselvas reducida al sueño blanco de las doce.
Noche en oscuridad. Oscuridad, encima noche.
Dios ha muerto.
Nietzsche también.
Alicia sigue viva.
El poema en la cajita excitando al conejo que pasa por debajo de la puerta.
Me quebranto en pretérito.
La ruina lleva a Alicia.
El conejo queda,
me busca,
quiere lamer las invisibilidades que atormentan.
Alicia también murió.
Ahora el que sigue vivo es el conejo.
¿Y el rey?
No, también murió.
Apenas un resabio de pelos alicianos aliciados liciados
en el intersticio de curvas sin gritar.
El vestidito de Alicia.
El librito de Alicia.
Los orgasmitos de Alicia
estorbados de silencios.
Todo en el puño de media claustrofobia.
Todo aglutinado en el gesto desahuciado
de los mismo pliegues
y las mimas ropas amordazadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario