CLXXI
Roldán siente que se le nubla la vista. Se incorpora, poniendo en ello todo su esfuerzo. Su rostro ha perdido el color. Tiene ante él una roca parda; da contra ella diez golpes, lleno de dolor y encono. Gime el acero, mas no se rompe ni se mella.
-¡Ah! -exclama el conde-. ¡Socórreme, Santa María! ¡Ah, Durandarte, mi buena Durandarte, lástima de vos! Voy a morir, y dejaréis de estar a mi cuidado. ¡He ganado por vos tantas batallas campales, por vos he conquistado tantos anchos territorios que ahora domina Carlos, el de la barba blanca! ¡No caeréis jamás en las manos de un hombre que ante su semejante pueda darse a la fuga! Durante largo tiempo pertenecisteis a un buen vasallo; jamás habrá espada que os valga en Francia, la Santa.
CLXXII
Hiere Roldán las gradas de sardónice. Gime el acero, mas no se astilla ni se mella. Al ver el conde que no puede quebrarla, comienza a lamentarse para sí:
-¡Ah, Durandarte, qué bella eres, qué clara y brillante! ¡Cómo luces y centelleas al sol! Hallábase Carlos en los valles de Moriana cuando le ordenó Dios por intermedio de un ángel que te donase a uno de sus condes capitanes: entonces te ciñó a mi lado, el rey grande y gentil. Por ti conquisté el Anjeo y la Bretaña, por ti me apoderé del Poitou y del Maine. Gracias a ti lo hice dueño de la franca Normandía, de Provenza y Aquitania, de Lombardía y de toda la Romana. Por ti vencí en Baviera, conquisté Flandes y Borgoña, y la Apulia toda; y también Constantinopla, de la que recibió pleitesía, y Sajonia, donde es amo y señor. Por ti domeñé Escocia e Inglaterra, su cámara, según él decía. Por ti gané cuantas comarcas posee Carlos, el de la barba blanca. Por esta espada siento dolor y lástima. ¡Antes morir que dejársela a los infieles! ¡Dios, Padre nuestro, no permitáis que Francia sufra tal menoscabo!
CLXXIII
Hiere Roldán la parda roca, y la quiebra de un modo que no os podría decir. Rechina la espada, mas no se astilla ni se parte, y rebota hacia los cielos. Cuando advierte el conde que no podrá romperla, la plañe, para sí, con gran dulzura:
-¡Ah, Durandarte, qué bella eres, y qué santa! Tu pomo de oro rebosa de reliquias: un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de monseñor San Dionisio y un pedazo del manto de Santa María. No es justicia que caigas en poder de los infieles; cristianos han de ser los que te sirvan. ¡Plegué a Dios que nunca vengas a manos de un cobarde! Tantas anchurosas tierras he conquistado contigo para Carlos, el de la barba florida. Por ellas alcanzó el emperador poderío y riqueza.
CLXXIV
Siente Roldán que la muerte arrebata todo su cuerpo: de su cabeza desciende hasta el corazón. Corre apresurado a guarecerse bajo un pino, y se tiende de bruces sobre la verde hierba. Debajo de él pone su espada y su olifante. Vuelve la faz hacia las huestes infieles, pues quiere que Carlos y los suyos digan que ha muerto vencedor, el gentil conde. Débil e insistentemente, golpea su pecho, diciendo su acto de contrición. Por sus pecados, tiende hacia Dios su guante.

Roldán siente que se le nubla la vista. Se incorpora, poniendo en ello todo su esfuerzo. Su rostro ha perdido el color. Tiene ante él una roca parda; da contra ella diez golpes, lleno de dolor y encono. Gime el acero, mas no se rompe ni se mella.
-¡Ah! -exclama el conde-. ¡Socórreme, Santa María! ¡Ah, Durandarte, mi buena Durandarte, lástima de vos! Voy a morir, y dejaréis de estar a mi cuidado. ¡He ganado por vos tantas batallas campales, por vos he conquistado tantos anchos territorios que ahora domina Carlos, el de la barba blanca! ¡No caeréis jamás en las manos de un hombre que ante su semejante pueda darse a la fuga! Durante largo tiempo pertenecisteis a un buen vasallo; jamás habrá espada que os valga en Francia, la Santa.
CLXXII
Hiere Roldán las gradas de sardónice. Gime el acero, mas no se astilla ni se mella. Al ver el conde que no puede quebrarla, comienza a lamentarse para sí:
-¡Ah, Durandarte, qué bella eres, qué clara y brillante! ¡Cómo luces y centelleas al sol! Hallábase Carlos en los valles de Moriana cuando le ordenó Dios por intermedio de un ángel que te donase a uno de sus condes capitanes: entonces te ciñó a mi lado, el rey grande y gentil. Por ti conquisté el Anjeo y la Bretaña, por ti me apoderé del Poitou y del Maine. Gracias a ti lo hice dueño de la franca Normandía, de Provenza y Aquitania, de Lombardía y de toda la Romana. Por ti vencí en Baviera, conquisté Flandes y Borgoña, y la Apulia toda; y también Constantinopla, de la que recibió pleitesía, y Sajonia, donde es amo y señor. Por ti domeñé Escocia e Inglaterra, su cámara, según él decía. Por ti gané cuantas comarcas posee Carlos, el de la barba blanca. Por esta espada siento dolor y lástima. ¡Antes morir que dejársela a los infieles! ¡Dios, Padre nuestro, no permitáis que Francia sufra tal menoscabo!
CLXXIII
Hiere Roldán la parda roca, y la quiebra de un modo que no os podría decir. Rechina la espada, mas no se astilla ni se parte, y rebota hacia los cielos. Cuando advierte el conde que no podrá romperla, la plañe, para sí, con gran dulzura:
-¡Ah, Durandarte, qué bella eres, y qué santa! Tu pomo de oro rebosa de reliquias: un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de monseñor San Dionisio y un pedazo del manto de Santa María. No es justicia que caigas en poder de los infieles; cristianos han de ser los que te sirvan. ¡Plegué a Dios que nunca vengas a manos de un cobarde! Tantas anchurosas tierras he conquistado contigo para Carlos, el de la barba florida. Por ellas alcanzó el emperador poderío y riqueza.
CLXXIV
Siente Roldán que la muerte arrebata todo su cuerpo: de su cabeza desciende hasta el corazón. Corre apresurado a guarecerse bajo un pino, y se tiende de bruces sobre la verde hierba. Debajo de él pone su espada y su olifante. Vuelve la faz hacia las huestes infieles, pues quiere que Carlos y los suyos digan que ha muerto vencedor, el gentil conde. Débil e insistentemente, golpea su pecho, diciendo su acto de contrición. Por sus pecados, tiende hacia Dios su guante.

4 comentarios:
eso de andar nombrándose la espada tiene alguna relación con la costumbre de algunas personas de andar bautizándose el falo? yo ando buscando un nombre para el mio, se te ocurre alguno?
Decime el tamaño y te digo el apodo
tamaño familiar
Los tamaños familiares no suelen ser muy buenos, en realidad siempre te ponen lo más berreta adentro...
En fin, como prefieras...
"El insalubre" te parece bien?
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