Lunes.
Mi fin de semana apenas se salva. El sábado entré en crisis existencial. Ibis sale y yo entro. Todavía duele la cabeza de tanto llanto, y los ojos se niegan a abandonar la horrorosa hinchazón. Hay tantos para qué arrullándome que no puedo dormir, sus canciones de gritos me golpean demasiado adentro, demasiado intenso. Me tengo que levantar y no tengo fuerzas porque ellas, todas, están haciendo el amor con la tristeza, y no tienen intención alguna de volver.
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