Ayer un mal llamado día de la patria, fui a comer locro por primera y última vez en mi vida de aborto lector.
La insistencia repetida de Ibis y de ellaconstantine me empujaron a la osadía de salir un 25 de mayo, feriado, en el cuál debía quedarme en el calor del hogar mirando películas y durmiendo. Pero "tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe", salí del refugio hogareño, nos encaminamos hacia alguna cantinilla de Villa Urquiza, no sabíamos bien a dónde pero era 25, algún lugar estaría haciendo locro. Cabe mencionar que a mí se me ocurrían sin pensar diez comidas al hilo que pudieran suplantar al locro, y si pensaba un poquito unas cuarenta más, pero el disignio del Dios Patrio era comer locro. Finalmente encontramos una barsucho apestado de gente, nos sentamos en la única mesa libre de la vereda, nos atendió un Sr. alto, morochín, tuerto y vizco, que por cierto era el único mozo del lugar. Pedimos un López, una empanada y un locro cada uno. El López era medio de López y medio de agua de la canilla, las empanadas pasables y el locro quedaba en la línea de lo indecible. Me lo imaginaba malo pero nunca pensé que tan malo. Era aceite en el que flotaban pedacitos de grasa: alargados, triangulares, cuadrados, circulares y de todas las formas pensables. Tenía muy poca verdura, menos de carne y una partícula ínfima de chorizo colorado. Lo poco que había de comestible estaba rodeado e impregnado en grasa. Mi voz descompuesta de asco dijo "esto es locro, que horror". Ibis y ellaconstantine respondieron "sí, es buenísimo es un verdaero locro de mayo, los locros son así con mucha grasa y con muchas sobras". Indignada por tal afirmación me resigné a rescatar algunos trocitos de verdura engrasados y alguna fetita de carne llena de pelos. En ese momento una mosca negra vino a posarse sobre mi fuente de locro (cada uno de los tres tenía una fuente con la mencionada comida). Intenté ahuyentarla, peor nada la apartaba de la comida. Era increible pero no quería salir ni aún en peligro de muerte, quizás eran sus patas pegadas en la grasa lo que impedían que volara, o quizás olía a su amado muerto entre la comida, no sé... ella no salía. La agarré con una servilleta y ni siquera intentó escapar, la muy maula!!. Desistí de comer, seguí con el López aguado, cuando el resto de mis acompañantes terminaron su comida nos encaminamos hacia Adagio, allí disfruté de la mejor porción de torta y tranquilicé mis emociones alteradas por el día patrio. Entoncés pensé "a la mierda con la patria". Odio el locro, odio que la gente coma locro para sentirse un poco más nacional corriendo peligro su integridad física... Odio que regalen banderitas y que los autos las pongan, especialmente los taxistas que son capaces de atropellar a una pobre viejecita que cruza la calle para llegar a recibir una banderita que por esas cosas de la vida es celeste y blanca pero que si fuera de otro color seguro que la ponen igual, además de los trastornos que causa esto en el tránsito. Odio los días patrios, el único benefico de ellos es que se puede descansar mirando una película extranjera. Lo peor es que los mimos que comen locro y ponen banderitas en los autos diciendo "soy patriota" son los que hicieron el cacerolazo porque se quedaron con el dinero de ellos (de lo contrario nunca hubiera pasado nada) , son los mismos que hicieron kilombo para apoyar a Bloumberg, los mismos que venderían a su madre o a su hermana por un locro y una bandera disfrazada de Patria.
1 comentario:
yo también fui a un barsucho donde servían locro y me pedí un choripán y un morcipán y fue lo más. locro se sirvió en el casamiento de menem, vendepatrias!
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